En la sala hacía calor, la luz de los focos
y el aire acondicionado estropeado me empujaron a salir a la puerta para
fumarme un cigarro, ya lo sé pero es uno de mis pecados, no me dio tiempo a
encenderlo, te vi llegar como llegan los sueños y solo supe darte un abrazo,
sentirme muy feliz e intercambiar unas pocas palabras contigo, dentro esperaban
personas que hacía tiempo no veías y pasaste a saludarlas y a hablar de muchas
cosas pendientes con ellas, no me importaba, llegaría mi hora y esperé mientras
me envolvían volutas de humo.
Desde la puerta te miraba y me venían a la
memoria sin necesidad de cerrar los ojos muchos momentos a tu lado, unos muy
felices y otros menos, posiblemente por mi inmadurez o por coincidir con un
tiempo en que creí comerme el mundo aunque como siempre terminé engullido por
él.
Por fin pude enseñarte uno a uno a mis “hijos”,
alguno lo recordabas de otros tiempos y otros muchos nacieron después, mientras
tú los mirabas yo solo tenía ojos para ti, habían pasado muchos años pero
a mis ojos eras la jovencita de 18 años
que conocí, al cabo de un tiempo te acompañé a tu coche y con los nervios de un
principiante nos contamos algo de nuestra vida, proyectos, hijos, las cosas
intrascendentes que no dejan fluir las importantes.
Dicen los entendidos que ese músculo
llamado corazón es solo eso, yo que apenas nada entiendo creo que es mucho más
porque a veces se quiere salir de su hueco de lo alocado que se pone, y encima
ayuda a que nos suban los colores, para mi es el hilo que comunica con el alma,
allá donde nunca se apagan algunas luces que nos dio la vida, donde viven los
recuerdos que nos dejaron huella y que nos acompañarán por siempre. Ya sé que
para muchos el alma no existe pero no es mi intención demostrarles lo
contrario, yo sé que está a mi lado y que sabe mucho del amor porque ama muchas
cosas y sobre todo ha amado a la vida y a ese ser llamado “mujer”
Sigo de vacaciones, panza arriba y las
canillas al aire.
Saudades - 2014
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